¿Y entonces? ¿Se lo llevaron los duendes….?
Quizás es una de las frases que de niños escuchábamos en las historias que nos contaban los abuelos. Entre risas, sustos, y ¿Por qué no? Como una forma de que los pequeños de la casa, no solo conocieran nuestras populares historias de terror, sino también obedecieran y temieran que “los duendes se los llevaran…”
Las leyendas son una tradición cultural y social que forman parte no solo de nuestras creencias mitológicas, sino que nos remonta a paisajes campesinos, antiguos, vivencias en montañas, ríos, paisajes rurales, propios de la Costa Rica de antaño, y además los lugares favoritos de los duendes para vivir…
Así es, los duendes, según nuestra leyenda, son amantes de habitar cerca de ríos y montañas y ahí llevar a cabo sus travesuras. De tradición oral, las leyendas conformaban el medio de entretenimiento de muchos y han pasado de generación en generación a través del tiempo, y con esto los duendes se han convertido en los pequeños seres que se divierten perdiendo niños y asustando adultos.
Nuestra mezcla cultural también se refleja en las leyendas, ellas son parte de nuestras tradiciones e identidad; como parte de nuestra mitología popular y forma de percibir el mundo. Los duendes nos permiten adentrar en ese sincretismo cultural.
La tradición, entre ficción y realidad, los describe como pequeños hombrecitos con trajes y sombreros de colores, orejas puntiagudas y las patitas como las de un ave; pero al revés para poder confundir a quienes quieran seguir sus pasos. Y bueno, la realidad es que los duendes son una mezcla entre las culturas indígenas (bribris y chorotegas) y los trasgos españoles que se encargaban de perder niños y hacer travesuras en las casas.
Entre sus travesuras y bromas pesadas, la leyenda costarricense dice que cuando se dio la lucha entre Dios y Lucifer, los duendes no quisieron tomar bando y se quedaron atrapados entre el cielo y el infierno, es decir, en la Tierra a esto se debe que no sean ni buenos, ni malos y que entre sus características principales se encuentren su jocosidad y sus travesuras.
Los duendes convencían a los niños con dulces y juguetes para perderlos un rato, pero solo con el afán de jugar con ellos, luego los devolvían. Pero cuando habitaban en las casas sí que era una verdadera aventura… Una de las leyendas más conocidas es la de “Los duendes del bacín”
En esta historia se cuenta que los duendes se enamoraron de las hijas de don Reyes Vargas, pero que no optaron por conquistarlas sino por espantarlas y hacerles la vida imposible, así que le aconsejaron a don Reyes que se cambiaran de casa, pero de manera sigilosa para que los duendes no lo notaran; así lo hicieron. Cuando se encontraban de camino, la esposa de don Reyes comentó que habían olvidado el bacín (bacinilla) y que una vocecita al fondo de la carreta respondió: “Adió, no se preocupe, si aquí lo llevamos”…
Como vemos era difícil deshacerse de ellos, si habitaban con una familia que les agradaba ellos ayudaban con las labores diarias y cuidaban a los niños, pero si la familia no era muy amigable ellos se encargaban de hacer mil travesuras: por las noches sacar ollas y cucharas y dejarlas caer, llenar de boñiga la ropa limpia o tirarla al suelo, perder cosas, complicar la vida cotidiana… y además, asustar por supuesto.
Ya ven, estos pequeños amiguitos más que sustos sacan risas y colerones, lo mejor es caerles bien, definitivamente. Se comportan así porque se creen que son seres neutrales, ni buenos ni malos; pero que definitivamente llenan de asombro y suspenso nuestras leyendas populares.
¡A portarse bien, para que no nos lleven los duendes!