En la actualidad, las décadas de los 80s y 90s son referente de vivencias y recuerdos que tanto a las generaciones nuevas como a las viejas causan gracia, nostalgia y una sensación de moda retro.
Esas décadas nos dieron series animadas como los Transformers o Sailor Moon, cuyos seguidores se cuentan entre los millares y de todas las edades. Nos dieron música y películas emblemáticas y también nos dieron de las mejores series que se han visto en cómics, como el Dark Knight Returns de Frank Miller o el nacimiento de los cómics independientes como Spawn de Todd McFarlane. Es la época del Walkman, del nacimiento del CD y de llamar a la estación de radio para solicitar aquella canción favorita. Es la época en que nos pasábamos mensajes en un papelito en el aula y a punta de miradas lográbamos una comunicación casi mental con nuestro mejor amigo o amiga cuando nos trataba de decir con muecas que le gustábamos a alguien. Definitivamente dos décadas que dejaron poderosas marcas, incluso en las generaciones que no las vivieron. Y claramente la “cultura geek” de la actualidad tiene una gran deuda con estas décadas.
Entre 1980 y 1985, algunos tuvimos la oportunidad de tener un Atari o alguna computadora personal como la Commodore 64. Pero en esas épocas, el mercado era muy limitado. Pero la escasez de puntos de venta y los elevados precios hacían que la mayoría dependiéramos de algún primo, vecino o compañero de la escuela para experimentar los juegos.
No siempre se podía contar con esos juegos, eso sí. Si salías mal en el cole, tus papás agarraban la consola y la guardaban por meses hasta que se mejoraran las notas. Lo que nuestros insensibles padres no entendían es que el castigo no era solo para su hijo, era para todo el barrio. Cada consola servía a una población de unos 10 mocosos que esperaban las tardes de Asteroides o Defender con ansías.
Era en esos momentos en los que por suerte, los “gamers” de aquella época teníamos otra opción: las salas de videos juegos (o como son conocidas en otros países: “Arcadas”).
No es que existieran muchísimas, pero las que existían eran lugares santos para los fiebres.
El Centro Comercial del Sur, uno de nuestros primeros “malles”, contaba con una sala que se encontraba donde hoy día se encuentra Payless. Esta sala era famosa por contar con 3 juegos que eran famosos en la época: Commando, City Connection y Yie Ar Kung Fu. Las fichas costaban 10 colones en aquella época, y en muchos casos, esta sala fue la razón de que uno se tuviera que devolver a la casa a pie por gastar el pasaje en los juegos.
La más grande e importante sala de juegos que existió en esa época era Galactica. Ubicada en el Centro Omni, era el punto de reunión de casi cualquier interesado en juegos de video y contaba con alrededor de 50 máquinas, lo que era asombroso. Muchos conocimos Dig Dug, Bubble Bubble y Zaxxon ahí
Pero por mucho que uno recuerde las cosas buenas de los 80s y 90s, también tuvo sus momentos bien descabellados. En una época en que las autoridades pedían que se quemaran los discos de heavy metal y que andar con una camiseta negra era sinónimo de ser satánico, no resulta extraño que los juegos de video recibieran un trato similar. Para nuestros padres, las consolas quemaban los televisores, los juegos nos hacían tontos, y las salas de juegos eran nidos de vendedores de droga y criminales. Ser aficionado a los juegos de video, para la mayoría de la gente, resultaba una misión secreta que nuestros padres no podían conocer. Ah, y muy importante, los juegos de video eran cosa de hombres, las niñas que siguieran con las Barbies.
Con la llegada del “Nintendo Chino” las cosas cambiaron muchísimo. Los juegos poco a poco empezaron a ganar terreno en las salas de las casas. Sin embargo, en una época anterior a las redes sociales y la telefonía móvil, las salas de juegos seguían siendo el mejor lugar para conocer otros jugadores. En medio de estos cambios, llegó un juego que cambió la forma en que se interactuaba en las salas de juegos.
Salas de cine: los lugares «pro» para los juegos de video
En los inicios de los 90s, una sala de juegos cambió la forma en que se jugaban los juegos: Boltron. Ubicada contiguo al Cine Universal sobre el Paseo Colón, la sala no solo tenía las máquinas de juegos más modernas, sino que la decoración y ambientación parecían sacadas de un juego de video. Con colores neón y luces especiales, el lugar parecía salido de Tron. Lo que era mejor es que quedaba a la par de una sala de cine, o sea, veías una película, y luego pasabas a jugar unas fichas.
El mayor impacto que causó Boltron fue que se especializó en juegos pensados en varios jugadores. Juegos como Las Tortugas Ninja, el primer juego para 4 jugadores simultáneamente, resultaron en éxitos rotundos. La gente hacía fila para poner una ficha y algunos esperábamos hasta horas para que la máquina quedara sola y así poder jugar con los amigos. Antes de este tipo de máquinas, lo normal era quedarse a la par de la máquina viendo como quien jugaba vencía el juego. Era un milagro encontrar máquinas para dos personas.
El siguiente cambio significativo se dio con la llegada de un juego en particular: Street Fighter 2.
Aunque Boltron fue de los primeros lugares del país en tener una máquina de Street Fighter 2, en poco tiempo otras salas aparecieron ofreciendo primero Street Fighter 2, y luego toda una colección de los clones de este juego que aparecerían a mediados de los 90s: Fatal Fury, Art of Fighting, Samurai Shodown, entre otros.
Por primera vez las fichas no se gastaban en vencer a la máquina, sino en vencer a otros jugadores. Esto era difícil de ver en las máquinas de 8 bits de la época, por lo que las salas de juegos se volvieron verdaderos centros sociales para los “gamers” de la época. En la actualidad se considera normal basurear a un contrincante vencido ya sea en algún juego de pelea, en juegos en línea, o incluso en juegos como FIFA. Pero en aquella época, el poder hacerlo al frente de un grupo de desconocidos, resultaba un logro mayor. Los mejores ganaban fama y reconocimiento dentro del reducido gremio, y su fama se extendía a otras salas de juegos. Era común escuchar conversaciones en las que se mencionaba a dicho campeón invencible de tal o cual sala de juegos como si fuera una leyenda viviente.
En otras palabras, lugares como Boltron y las otras salas de San José eran los lugares a los que había que ir a jugar. Eran los lugares donde nacían las leyendas.
Fue durante esta época, cercana al lanzamiento del Super NES, en que algunas salas de juegos adquirieron renombre por los juegos que tenían. Salas como Mundo Tico (Cuesta de Moras), los juegos del cine Metropólitan (150 m sur del Cine Rex) y por supuesto las máquinas del Burger King Palace (al frente del Parque Central) fueron los lugares en los que amistades y enemistades fueron creadas al calor de la competencia en los juegos de pelea.
A pesar del auge que ganaban las consolas, seguía siendo difícil comprar juegos en Costa Rica. Esto motivo a que muchos grupos de jugadores decidieron organizarse para realizar maratones de juegos. La mecánica era sencilla: los que se topaban los jueves en la tarde en alguna de estas salas (cada grupo y tenía una sala a la que visitaban regularmente) se ponían de acuerdo en la casa de alguno para el fin de semana, informaban a los demás esa misma noche o durante el viernes, y el sábado, cada uno empacaba sus juegos y consolas y temprano en la mañana, todos se reunían en un lugar céntrico para así viajar en grupo a la casa del anfitrión. La comida solía ser comprada de algún restaurante chino cercano y el día podía ser de 8 de la mañana hasta las 8 de la noche con rondas de juegos seguidas. Para ese momento ya se contaba con Super Nintendo, Sega Génesis y Saturno y el Neo Geo (para el que podía pagar una pequeña fortuna) y tomábamos turnos jugando Street Fighter 2, Fatal Fury o X-Men: Children of the Atom.
Los que tuvimos la suerte de vivir esta experiencia la recordamos con cariño. Estos grupos de jugadores fue la razón que permitió que muchos experimentaramos con juegos que de otra forma no hubiéramos podido conocer nunca. Algunas de esas amistades persisten hasta la fecha.
Playstation, el cambio a finales de los 90s
La llegada del Playstation a finales de los 90s vino a cambiar una vez más el panorama. No se puede negar la importancia de otras consolas como el N64, pero fue el “Play” la consola que se vendió en grandes números en nuestro país. Copiar sus juegos resultaba sumamente sencillo y barato. En poco tiempo, las salas de juegos empezaron a ser reemplazadas por salas en las que te alquilaban un Play para jugar por períodos de tiempo. Pagabas 500 colones por media hora y esto resultaba sumamente ventajoso en comparación de comprar muchas fichas que costaban entre 50 y 100 colones y que solo te duraban unos minutos. Resultaba más atractivo pagar por un Play
La muerte de las salas de juegos no fue inmediata y algunas sobrevivieron aún bien entrados los años 2000, pero el aspecto social cambió. El lector podría considerar que al igual que la nostalgia con las demás cosas de aquellas décadas deben causa que el autor de esta reseña vea con mejores ojos esa época. En este caso no es así, ya que considero que la época actual es una excelente época para ser un geek de los juegos de video. Pero una parte de mi extraña aquellas reuniones de los sábados, un grupo de 10 o 12 jóvenes de las más variadas edades sentados frente a un televisor, picándonos unos a otros sobre quien era mejor y quien era el malo del grupo. Esa fue la vida del fiebre de juegos de video en aquella época.
¿Alguno de los lectores vivió esta época? ¿Qué otras salas de juegos recuerdan? ¿Tienen algún buen recuerdo de esta época? Por favor, compartan sus anécdotas en la sección de comentarios.
Por Alvaro Madrigal