El sitio de las abras: de clásico literario a obra de teatro

El sitio de las abras: de clásico literario a obra de teatro El sitio de las abras: de clásico literario a obra de teatro

El sitio de las abras de Fabián Dobles

“El sitio de las abras” es la novela más importante del escritor costarricense Fabián Dobles, en ella se cuenta el inicio de una población entre las montañas de Turrialba, hecha a la fuerza en contra de la naturaleza, y gracias al trabajo de los abreros que colectivamente se apoyaron para lograr su cometido y hacer vida lejos de todo.

Un abrero es el que hace abras, el que abre camino entre la montaña, es el padre y la madre de todo lo que conocemos ahora, personas que dejaron lo cómodo para enfrentarse a lo desconocido y crearon legado. Una herencia que en la novela se extiende por cuatro generaciones y que impulsa a los nietos a tomar las riendas de un país que les ha quitado todo.

Créanme, esta historia debería ser una serie en Netflix al estilo de Downton Abbey, pero en Costa Rica. Sólo el material de la novela da para tres temporadas de diez capítulos cada una.

¡Hay hasta saltos de tiempo!

En las tablas

Para este 2018 se cumplieron 100 años del nacimiento del escritor y por esta razón el Teatro Nacional, junto a la familia Dobles, decidieron llevar a las tablas una ambiciosa adaptación que incluye a 37 artistas en escena y a un sinfín de personas creando, diseñando y materializando el mundo de la Costa Rica de 1875 a 1947.

Con una duración de casi dos horas, con efectos especiales, música en vivo, un caballo tamaño real de madera y mecate, una escenografía metálica de casi tres metros de altura y cuatro niños en escena, la obra dirigida por Tatiana de la Ossa busca que el público siga el complicado entramado de acontecimientos que encaran los muchos personajes del texto original.

En la primera parte quienes llevan la acción son Espíritu Santo Vega y Dolores Sánchez, interpretados por Amadeo Cordero e Isabel Guzmán, el matrimonio que decide cambiar su vida en Heredia y traerse a su familia a probar suerte en medio de la nada.

Ñor Espíritu es una buena persona, es honesto, directo, trabajador, y con demasiada confianza en la gente, es su falta de “malicia” o su manera pacífica de resolver los conflictos lo que decidirá el destino de su sangre.

Dolores es una curandera, tiene una fuerte conexión con la tierra y el instinto, ella es de tomar acciones, es desconfiada y una mujer que logra lo que quiere, serán sus acciones lo que decidan el futuro de las abras.

Los Castro son la familia cuya ansia de tener más traerá la desgracia a todos los habitantes de este pedacito de Turrialba. Liderados por Ambrosio, encarnado por Erick Córdoba, buscarán cumplir su objetivo de dejarse las tierras que otros han trabajado, y están dispuestos a todo para lograrlo.

Esto es la base de una historia que nos pone un espejo como sociedad y como costarricenses, donde el mismo Fabián Dobles no da respuestas, sólo plantea interrogantes.

¿Será que tenemos que ser menos pacíficos, más maliciosos, más “taimados” para salir adelante en un mundo que se nos vino encima?

Un choque con el ahora

La temporada de la obra arrancó el 15 de setiembre, en medio de un país convulso por los movimientos sociales, sindicalistas y políticos, en medio de una lucha entre el gobierno y el pueblo por la aprobación de un plan fiscal que no satisface a casi ningún sector. No es de extrañar que el tercer acto de la obra trate justamente de este tema, la importancia de unirnos y defender lo que es correcto.

Estas son las curiosidades del teatro, una obra que se decidió hacer hace más de un año, y que se ha estado ensayando desde mayo, basada en una novela escrita hace casi 70 años, sobre acontecimientos sucedidos en los 40’s, y justo cuando se estrena viene a decir mucho sobre el ahora, sobre la Costa Rica que nos tocó vivir y sacar adelante.

En el acto final del montaje le toca a Martín Vega (Melvin Jiménez), descendiente de los primeros abreros, iniciar una lucha contra los González, los dueños de la hacienda donde él mismo se crió y dónde se enamoró de la bellísima Concepción González (Noelia Campos) que fue enviada a Francia luego de descubrir el amorío adolescente y que ahora regresa para poner orden en la hacienda; cual “Romeo y Julieta”, enamorados en bandos opuestos.

Por dicha, Martín no está solo, a su lado tiene a Maura (Natalia Arias), a los trabajadores de la hacienda que han sido explotados durante años, y a los parásitos, liderados por Juan Alvarado (Manuel Martín), seres olvidados que viven en pésimas condiciones y exigen lo que la ley les debe.

Se inicia una nueva lucha por las antiguas abras, una nueva historia que presenta una repetición de ciclos, al estilo de “Cien años de Soledad”, los personajes deben aprender del pasado para enfrentar lo que viene.

El público debe hacer lo mismo al salir de la sala, cuestionarse cómo seguir cuidando lo ganado, exigir lo propio y recordar un pasado cercano, cuando era importante trabajar en colectivo, cuidarnos entre vecinos, y confiar en los otros.

Dentro del sitio

A nota personal, debo aclarar que no he visto la obra, no desde las butacas, yo soy parte del elenco de este montaje. Podría hablarles de la experiencia de estar en un proceso de tantos meses, de conocer a personas que realizan oficios tradicionales como los que se hacían para sobrevivir en 1875, del compañerismo descubierto entre los 37 artistas que se la juegan cada función, o de las lecciones aprendidas durante el montaje. Pero quiero dar una idea, mínima, de lo que es estar tras-escena de El sitio de las abras.

Es una locura.

Así de sencillo. Durante la obra sólo hay una escena donde los 37 estamos sobre el escenario, el resto del tiempo nos encontramos en los camerinos preparando el vestuario y maquillaje de los otros personajes, varios de nosotros hacemos dos o tres o más; o estamos al lado del escenario ayudando a recibir utilería; o acomodando escenografía; o estamos abajo de la estructura metálica dándole vida al caballo de mecate que es montado por la valiente Natalia Regidor que nos confía su bienestar cada vez que hacemos esa escena. No hay un momento de ocio, no durante la función, y si lo hay es fugaz, hay que estar muy atento para entrar en los momentos adecuados y para que la obra siga su curso.

Por suerte, no estamos solos, tenemos a un equipo de técnicos de video, luces y sonido, a un jefe de sala y al menos a cinco tramoyistas y asistentes que están atentos a ayudarnos con todo lo necesario. Además, el Teatro Nacional cuenta con mucho personal que complementan la atención del espectador, desde producción hasta boletería, es una maquinaria impresionante lo que se activa en cada presentación.

No es extraño toparse con colegas cruzando a gran velocidad de un lado a otro del escenario porque ya les toca entrar a actuar del lado opuesto a donde acaban de salir. Es normal ver a compañeros repasando textos o haciendo comentarios de escenas que acaban de pasar donde algo salió mal… o ligeramente diferente a lo marcado. En cada camerino hay personas maquillándose, cambiándose, peinándose o muy atentos a los monitores donde, como si fuera una serie de televisión, podemos seguir lo que pasa en el escenario.

¿Ya les dije que esta novela podría ser una serie de Netflix? #LlevemoslasabrasaNetflix

Es una experiencia única, no sólo por lo que se vive atrás o lo que fue el proceso, sino porque estamos haciendo homenaje a una gran escritor, a su vida y a sus ideas, a la vez que estamos cuestionando lo que somos y cómo nos enfrentamos a este presente que nos va ganando de todas, todas.

La temporada termina este 30 de setiembre.

Redacción

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