Una crónica de los inicios de un retro gamer.

Hoy les quiero contar lo que podría llamar mi inicio en el “coleccionismo” de videojuegos (las comillas en esa palabra se las explicaré en otro artículo). Mi mayor motivación para hacer este artículo es primeramente entretenerlos, y segundo para dejarlos reflexionar sobre el tema en cuestión, ya saben, año nuevo, proyectos nuevos como estudiar, bajar de peso, jugar más, y todas esas cosas.

Entonces, todo comenzó  cuando tenía 14 años y tomé la decisión de coleccionar videojuegos, así que haciendo ahorro junto a mi hermano menor comenzamos en este hobbie hace ya 15 años.

Recuerdo que en un principio hacíamos listas de los juegos y consolas que queríamos, eran listas en la que solo agregábamos los juegos que veíamos indiscutiblemente infaltables, juegos de los que de ninguna manera nos pudiéramos arrepentir al pagar. Principalmente porque teníamos un capital bastante limitado (en mis tiempos los menores de edad nos ganábamos nuestro escaso dinero trabajando en labores hogareñas que a los adultos les daba pereza hacer).

Para que el filtro tuviera mayor efectividad, nos valíamos de revistas y emuladores, les insisto, los nominados tenían que ser nivel elite. Y después de toda la preparación: bolsillo/mente/cuerpo, llegaba el gran día, lo llamábamos… perdón, lo llamamos “ir de cacería”.

Así que, poniendo manos a la obra, pasaba una por una a todas las compra y ventas del centro de San José, en las que abundaban los (en ese entonces menos preciados) cartuchos de GENESIS, SNES, NES, y ya vagamente ATARI, también se empezaban a abaratar los de Nintendo 64, por lo que la decisión de cual comprar cada vez era más difícil.

Eso fue a principios de la primer década del 2000, todavía en el 2007 creo que quedaba algo de esos buenos tiempos, pero después de eso la situación cambio mucho. Con el apogeo del internet, y todo el mundo conectado (literalmente) la gente de Costa Rica comenzó a ver distinto este hobbie, foros y páginas en los que se hablaba del retro gaming despertaron el interés de muchísimos que en su mayoría jugaron videojuegos en los años 80’s y 90’s, gestando una moda que poco a poco ganaba terreno para bien y para mal.

Con este cambio debo ser muy optimista, gracias a la dichosa moda conocí a mucha gente con la cual comparto, y sí no se hubiera dado probablemente ni estaría escribiendo esto. Aparte que gracias a redes sociales y demás sitios web para comprar y vender, tengo mucho de lo que hemos recolectado mi hermano y yo, y ni hablar de los eventos o reuniones en que no dejo de hablar sobre videojuegos (siempre hablo más de lo que juego). Entonces, puedo decir que lo que pasó en esta transición fue mucho más que bueno, y me alienta a seguir por donde voy.

Hoy, justamente mientras acomodaba esos quince años de plástico, metal, y papel impreso, comencé a buscar una idea para un artículo, así que pensé en los cambios sufridos por la industria pasado el año 2000. Pensé en la gente que fue y vino en este mundillo y finalmente recordé mi inicio, y con ese chispazo comencé a escribir.

Tengo casi toda mi vida jugando videojuegos, pero fue hace quince años que comencé a cultivar este pasatiempo en el que nunca dejo de cosechar. Disfruto de los juegos sencillos y de diversión instantánea así como los de trama complicada y difícil apreciación, me encantan los detalles hechos con cariño, como las contra portadas ilustradas, manuales interactivos con el juego y el arte extra o biográfico con el que podemos hacernos mejor idea de lo que estamos jugando.

Me encanta compartir una ronda de Mario Kart 64 junto a otros 3 jugadores, así como también disfruto simplemente hablar de juegos y plataformas que fueron, serán o nunca fueron. En fin, después de quince años de haberme sumergido en este mundo fantástico, sigo feliz de mi decisión y por eso decidí contarles mi experiencia. Quiero que ustedes me acompañen a disfrutar de los videojuegos durante el resto de mi vida.