Tras las cuatro estaciones hay un sentimiento de vida que mueve estos grandes festivales.
Debemos recordar que en Japón el estilo de vida se rige principalmente por el cambio de estaciones y con estos cambios las tradiciones varían considerablemente a lo largo de todo el territorio. Más que un cambio, es un sentimiento hacia cada estación, un valor creado y fortalecido por los años, que a día de hoy se mantiene y no solo enriquece la cultura nipona, sino que de ella podemos aprender algo, para así poder valorar lo nuestro.
Como mencioné al principio, la clave para lograr comprender los festivales que se realizan en Japón gira en torno a las 4 estaciones del año. Durante primavera es una época de siembra, mientras que en verano se reza para no ser víctimas de desastres o plagas; en otoño se agradece la cosecha recibida y el invierno es una época de meditación y espiritualidad.
Primavera realmente indica el comienzo, no sólo por ser el inicio de un ciclo sino porque es la época en la que se trasplanta el arroz; por su contraparte otoño significa el comienzo del fin; aunque en esta época igual se planta arroz. Los festivales realizados durante la primavera y otoño tienen como finalidad rezar por una buena cosecha y se han extendido a lo largo de todo el territorio. Muchos de ellos incluso son exclusivos de ciertos templos o regiones, pero no por eso varían mucho uno de otros.
Verano es una época de precaución por así llamarlo, y sus festivales y eventos difieren mucho entre las ciudades y las zonas rurales. Desde la antigüedad, y no sólo en Japón, se ha creído que las epidemias y demás pestes son castigos divinos, males que Dios ha lanzado sobre la Tierra para que los humanos tomen conciencia de sus acciones. Por ello durante el verano los festivales tienen como finalidad “alejar” los desastres que pudieran azotar a la nación y también repeler a las plagas para que la cosecha que se ha sembrado durante la primavera logre crecer sin problema.
Un dato curioso de la época de verano es que estos festivales nacen en Kyoto y son celebrados tanto en esa ciudad como en otras que mantienen tratos comerciales con ella (en zonas rurales los agricultores se encargan de estas celebraciones), ya que se dice que las plagas que azotaban Kyoto también lo hacían con sus aliados. Una tradición que veremos en verano es el Obon, una festividad donde se llama a los espíritus de nuestros seres queridos que han pasado a mejor vida y se les ilumina con linternas que luego se dejan ir en el agua; si bien es algo distinto, podemos compararlo con el “Día de los Sajntos” (tiene distintos nombres) que tenemos en Costa Rica de ir a los cementerios a dejar ramos o encender velas por esas personas que no están más con nosotros.
Invierno significa descanzo, es una época de fríos intensos que desde la antigüedad se dice que ayudan a fortalecer el espíritu. Muchas de las celebraciones de esta época están enfocadas en la purificación del espíritu y otras se encargan de alejar a los malos espíritus para que no causen desgracias.
Todos los festivales japoneses reúnen conceptos que incluso se utilizan en nuestra propia cultura y son necesarios para vivir: orar, agradecer y desear. Quizá estas 3 razones son más que suficientes para proteger sus propias tradiciones y fortalecerlas con el paso de los años y es algo que debemos aprender de ellos; ya que no diferimos en cuánto a finalidad de nuestras propias celebraciones; a pesar de siempre haber tenido motivos religiosos, son una puerta para reafirmar lo que somos y conocer nuestro origen así como ellos lo han logrado.
Hay “secretos” para disfrutar de estos y otros festivales, porque incluso nosotros podemos participar de los nuestros y descubrir cosas que dejamos de lado. Primero que nada antes de participar en un festival, sea cual sea la cultura, debemos conocer el significado y el origen que este tiene; es muy lindo estar disfrutando el momento pero al acabar nos quedará un “sin sabor” en la boca por qué no comprendimos realmente de qué se trataba. Centrémonos en el tema que se desarrolla y seamos observadores; al hacer eso podremos transportarnos más fácilmente a la época en que pudo haber iniciado el festival. Y por último y muy importante: Participar en ello. No hay nada que se pueda comparar a la experiencia y aprendizaje que te deja el participar en un evento; no importa el idioma, religión, cultura, raza, etc.; solamente basta con levantarse de tu asiento e intentarlo.
Comprender un festival no es cosa sencilla, requiere su tiempo y estudio; pero hay algo que tienen en común y eso es unir a las personas bajo una misma celebración, por ello son una parte imprescindible del pueblo japonés. Más importante aún, es cuidar y preservar esas tradiciones, porque al fin y al cabo sin ellas ninguna cultura sería lo que es en la actualidad.
Por Daniel Zúñiga