Netflix ha intentado llevarse a casa un Oscar en 54 ocasiones y solo lo ha logrado en 8. A pesar de seguir haciendo bien las cosas, los votantes de la Academia siguen obviando el contenido original de los servicios de streming, pero en un año con gran consumo desde las casas es posible que esto cambie cuando se entreguen los premios el próximo 25 de abril.
Ma Rainey's Black Bottom es una de las producciones favoritas para asegurarle múltiples nominaciones a la plataforma de distribución, y es casi un hecho que ya tiene ganado al menos el de mejor actor.
Mucho talento
Netflix la tiene clara, desde su nacimiento en 1997 siempre han ido pasos adelante del resto, incluso de su público. Cuando hicieron el paso a contenido en línea, en el 2013, iniciaron la producción de contenido original previendo que los otros estudios pronto retirarían su material para crear sus propios servicios.
Con material de calidad y entregas constantes nos han mantenido enganchados a sus series y películas, a la vez que han ido tocando puertas para reconocimientos. Una prueba de ese plan de trabajo fue la exitosa Queen’s Gambit que logró un fenómeno cultural a partir de premisas que nadie hubiera imaginado iban a funcionar a ese nivel, esta serie no hubiera servido hace unos años.
La fórmula funciona, reúna talento y déjelo trabajar. Parece sencillo pero es algo que los estudios suelen olvidar con facilidad. En el caso de Ma Rainey’s eligieron el texto de un gran dramaturgo, le agregan un productor con nombre, un maravilloso elenco, un director que sabe lo que hace, y tienen una gran película.
La madre del blues
El guion sigue a Gertrude "Ma" Rainey, conocida como La madre del Blues, una de las primeras cantantes profesionales en grabar su música y una de las pocas que escribía sus canciones. Con una personalidad complicada, una vida sexual que daba para hablar, con una fama que le permitió hacer tour y presentarse tanto para públicos afroamericanos como blancos, Ma era un fenómeno de la época y de los escenarios.
Escondida entre prótesis para aumentar las dimensiones de su cuerpo, detrás de un maquillaje cargado propio del estilo vaudeville que estaba de moda en el momento, con una dentadura cubierta por oro y bajo una constante capa de sudor que baña a Ma durante la cinta, se encuentra la única e irreconocible Viola Davis, ganadora del Emmy, el Tony y el Oscar en las categorías de actuación.
Su trabajo es impresionante, realmente desaparece en el personaje e incluso cuesta recordar que es ella la actriz que está prestando voz a esta cantante de la vida real. Es casi una lástima que su personaje no tenga más momentos y que se pierda entre el resto de acontecimientos –esto le podría costar su segunda estatuilla- pero a la vez le permite brillar a otros actores…ya casi hablamos de eso, lo mejor para el final.
Chicago, 1927
A August Wilson se le conoce por escribir una serie de diez obras de teatro que forman The Pittsburgh Cycle, y que retratan las vivencias de la comunidad afro americana en el siglo 20. De este ciclo se desprenden Fences y Ma Rainey's Black Bottom, ambas llevadas al cine de la mano del productor Denzel Washington, que además dirigió y actuó, junto a Viola Davis, en la primera.
En particular, la acción se centra en la grabación de uno de los discos de Ma en 1927, en los estudios de Paramount en Chicago. Toda la película se desarrolla en el estudio, con muy pocas escenas en otros lugares. Esto es algo que la adaptación hecha por Ruben Santiago-Hudson supo mantener e incluso potenciar al presentarnos otros lugares del estudio que poseen un significado más allá del obvio.
La ambientación es muy acertada, tanto en el vestuario, maquillaje y peinados, como en los instrumentos y el mobiliario del lugar. Los espacios hablan y estos están cargados de reclamos raciales, sociales y políticos, es obvio el trato diferenciado que se le da a los músicos, el encierro y el calor que juegan como puntos de presión, y la importancia de un par de zapatos que se vuelven en un elemento para criticar y no para alegrarse.
Black Bottom Dance
A inicios del siglo 20 nació en New Orleans un baile que se hizo popular entre los afroamericanos, y que luego fue adoptado por todo Estados Unidos durante los años 20’s, el Black Bottom Dance. Ma Rainey hace su versión que juega con el doble sentido y con afirmar que el de ella es el mejor, y es justo esta pieza el motivo de la película.
Para realizar la grabación el productor ha contratado a los músicos que mientras ensayan y esperan la llegada de la gran estrella van develando sus mundos internos, sus frustraciones y sus sueños. Toledo, Cutler, y Slow Drag, interpretados por Glynn Turman, Colman Domingo y Michael Potts, son los más experimentados y más conscientes de su lugar, pero pronto llegara el trompetista Levee Green que tiene la esperanza de conseguir grabar sus propias composiciones.
Esto los pone en un constante enfrentamiento que demuestra características de la comunidad en la época, hay un bullying constante al que busca sobresalir y ocasiona momentos de discusión sobre lo que se espera de cada quien y el arte mismo.
La música es una parte importante de la trama, es una fuerza que va haciendo eco de las emociones y de la situación, es la oportunidad de los personajes de salir y de ser libres, y a la vez es la traición que les espera a sus sueños de artistas.
El impresionante Chadwick Boseman
Interpretando a Levee Green tenemos a Chadwick Boseman, que en este momento es el favorito para llevarse el Oscar como mejor actor y que es posible que cuente con dos nominaciones, esta y de secundario gracias a otra producción de Netflix, Da 5 Bloods.
El trabajo de los actores que dan vida a los músicos es maravilloso, destacándose Colman Domingo y Glynn Turman, pero la labor de Boseman es de otro nivel. Su fuerza, su trabajo corporal y vocal, la forma en que logra articular y transformar en emoción las largas tiradas de texto que le tocan a su personaje, no deja duda de que el pasado 28 de agosto perdimos a uno de los mejores intérpretes de nuestro tiempo.
Levee es un chico con la esperanza de ser reconocido por lo que es, un gran talento, con las aspiraciones de llegar alto y con la inocencia de alguien que quiere romper el molde sin importarle las ataduras que le impone la vida. En esto el actor y el personaje comparten cierto paralelismo, además del final trágico que les esperaba a ambos.
Levee está atrapado dentro de su propio orgullo, se cierra al mundo que le ha dado tanto dolor y el rencor lo dirige a los lugares equivocados. En esto Chadwick difiere de su contraparte, para el actor el dolor no fue impedimento, al contrario, fue motivación para darlo todo, para entregarse con alma a cada personaje que se puso en su camino. Boseman no proyectaba rencor y si acaso tenía lo sabía canalizar en una imparable fuerza creadora y en una alegría que provocó sorpresa entre sus allegados que desconocían de su enfermedad y que se enteraron de ella junto al resto del mundo.
Chadwick Boseman deja todo en su actuación, cada mirada, cada palabra es un testamento de entrega, de talento y de trabajo profundo, se le siente vibrar cada segundo que está en pantalla provocando al final de cada discusión que queramos regresar atrás para verle nuevamente y maravillarnos una vez más de lo que alguien puede hacer cuando sabe que el tiempo podría estar contado.